Primer día en París: 1era parte
A finales de abril del 2000 estuve en la embajada francesa en México, ahí estuve hablando con el encargado de asuntos políticos al que le conté como corría el agua y lo que pensaba hacer, irme. Me lo estaba pensando. Me había dicho que al llegar al aeropuerto de París había que dirigirse a la policía para iniciar la solicitud del estatuto de refugiado, que no tendría problemas con la lengua porque habría empleados y voluntarios de ONGs cuyo trabajo es ayudar a gente en casos como el mío. Yo no tenía ni la mínima noción de francés, la cuesta se veía empinada.
Salí de México un 25 de julio. La huelga de la UNAM había terminado el 6 de febrero. Salí de Tlalnepantla donde vivía por ese entonces, había dejado Copilco desde hacía meses. Llegando al aeropuerto un amigo me llama a mi celular(i.e., Móvil, en francés portable) para decirme que el aeropuerto Roissy-Charles de Gaulle(CDG) de París estaba cerrado debido a que un Concorde con destino a New York se había estrellado. El Concorde, hasta entonces, era el símbolo del progreso de la ingeniería aeronáutica franco-británica. Pero pronto dejaría de volar. Mi amigo me preguntó si no veía en eso una mala señal. Le dije que no, no había pensado en eso. De por sí, ya estaba triste de irme, yo fui quien había tomado la decisión y había que asumir.
El vuelo duró 11 horas en las que no dormí. Al aterrizar eran las 8:10 de la mañana del miércoles 26 de julio. El aeropuerto había reabierto. Las pistas estaban cubiertas de niebla espesa. Los edificios de CDG goteaban de rocío condensado. Se suponía que era verano. Dejé que los demás pasajeros de mi vuelo pasaran por migración, pensaba dirigirme al hombre que verificaba los pasaportes para iniciar los trámites, razón de mi viaje.
El tipo abría los pasaportes, ponía un sello a unos, comparaba las jetas con las fotos y hacía un gesto con la mano que yo interpreté como "circulando... circulando". El caso es que pasé migración sin más ni más, un poco cortado por los nervios y el miedo. Busquemos un policía afuera entonces... nadie, ninguno... qué tristeza. Terminé tomando el Roissy-Bus, que te lleva al centro de París, supuse que ahí si habría policías en la calle. I want to go there: Étoile, the last stop le dije al conductor. Leíste bien: la Place de l'Étoile, con su Arc de Triomphe y sus Champs-Élysées. Yo ni puta idea.
Recomiendo tomar el Roissy-bus si no tienes prisa por llegar a París y quieres ver un poco la ciudad antes de tomar el puto metro y sus tinieblas, el santo metro y sus olores. Ese es el recuerdo más bonito del primer día.
Bueno. Que bajo en Étoile. Y al primer letrero de MÉTRO me lanzo a las entrañas de la Ville lumière. La gente corre, como en México DF y yo, con mi pesada maleta verde de rueditas y más de 20 horas sin dormir, no estaba para eso. Me arrepentí inmediatamente de haber bajado las decenas de escalones de la estación, voy para afuera. Al salir del metro tomé la calle más bonita, con más gente: seguro que hay policías. Champs-Élysées. Terminé en frente del Palais de l'Élysée, residencia del presidente francés. Eureka: cientos de azules detrás de cada árbol y de cada farola. Me llevaron a la comisaría del barrio, nadie hablaba media palabra en español y el inglés de los franceses es malísimo. No eran ni las 10 de la mañana.
[continuará]
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